Restaurante Samsha



Tras un sobria fachada de pizarra y una cristalera con estampados coloristas se esconde el restaurante Samsha, en la Avenida de Aragón de Valencia. Lo primero que llama la atención de este restaurante son sus estridentes colores; paredes verdes y naranjas, mesas con manteles morados, vajillas de diseños imposibles…hasta que olvidando este primer golpe visual te dejas seducir por sus platos únicos de la mano del chef Víctor Rodrigo.

Su carta es reducida dada la laboriosa elaboración de cada plato, pero esto no se convierte en un problema ya que suele variar cada semana con nuevas invenciones. Dada la curiosidad que producen todos sus platos, y la variedad, la carta se basa principalmente en los menús, existiendo el menú ejecutivo, el menú degustación corto y el menú degustación largo.

Para disfrutar bien de Samsha lo más aconsejable es el menú largo, con dos aperitivos, cuatro platos, un pre-postre, un postre y un post-postre.

Entre los aperitivos destaca la deconstrucción de arroz al horno, con arroz inflado, espuma de tomate, gelatina de morcilla y cremoso de garbanzos. No se parece en nada a un arroz al horno normal, pero de eso se trata. También son reseñables las mollejas de cordero en tempura de pistachos con habitas tiernas y espuma de apio y vainilla, acompañado todo con un panecillo de jamón. Porque en Samsha, cada plato tiene su pan a juego, incluso los postres.

Los platos principales no se quedan atrás en cuanto a la imaginación y la oferta es de lo más curiosa. Entre los pescados son recomendables el pez gato con papel de eneldo y perlas de vinagre de Jerez y lima con pan de cúrcuma y manzana, y el cangrejo con falsa mayonesa de orégano y tofu de piña con pan de mantequilla y oregano.

Para los más carnívoros, secreto ibérico con ensalada tropical crujiente y burbujas de wasabi y mostaza con su pan de zanahoria o la clásica ternera con vainilla e ibéricos texturizados. Para los más innovadores la recomendación es el foie en texturas; mousse, flan y helado. Una auténtica locura para los sentidos.

Los pre-postres no aparecen en la carta y son distintos cada día, pero generalmente son helados de sabores imposibles, setas por ejemplo, con sus respectivos panecillos. Entre los postres «de verdad» destacan el planeta de mousse de dulce de leche por su espectacularidad y el granizado de gintonic de Hendrick’s y Fever Tree dentro de gelatina de flores para los más osados.

Para acabar bien la velada, qué mejor que un post-postre compuesto por pequeños pastelitos de Coca-Cola, esponjas de chocolate, o cualquier otra locura. Así como un pequeño chupito servido en un tubo de ensayo por cortesía de la casa.

Es, con seguridad, el restaurante más creativo de Valencia y una visita obligada para los amantes de este tipo de cocina.

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